En un día de mucho calor tres picapedreros se encuentran rompiendo piedras en una cantera. Los tres están ensimismados en la misma tarea, pero descargan con diferentes intensidades el peso de la maza y el punzón sobre las rocas. Las expresiones de sus rostros manifiestan distintos grados de concentración en su trabajo. Un observador que se hallaba recorriendo el lugar – atento de la situación – supuso que todos eran empleados y que poseían una misma finalidad, pero la diferente actitud de cada uno lo confundía. Pensó que tal diferencia se debe a las distintas reacciones ante el calor. Decide, entonces, romper su curiosidad abandonando su supuesto, acercarse y preguntarle a cada picapedrero para qué o por qué pica las piedras.
Se acerca al primero, que con su rostro tenso y aburrido descarga su maza con violencia y desgana. Frente a su pregunta contesta: “Pico piedras porque cometí un delito y estoy condenado a trabajos forzados durante treinta años”. El segundo, más activo en sus movimientos, con un rostro que mostraba visibles signos de agotamiento, responde: “Pico piedras durante muchas horas porque necesito ganar dinero y alimentar a mi familia y cuantas más horas trabajo, más dinero llevaré a mi casa”. El tercero, concentrado, ávido en su tarea y con un deje de satisfacción en cada golpe, le responde: “Pico piedras porque formarán parte de una de las esculturas que adornarán la catedral principal de la ciudad”.
(Desconozco quién es el autor)